Todo empezó por un registro en el facebook, aconsejado por colegas para comunicarme a traves de ese portal con mi grupo de amigos. Al perder la cuenta skype de un contacto en el extranjero, solo me quedaba la posibiladad de mandarle un mensaje a traves del dichoso facebook. Aí es cuando me di cuenta: y porque no creo mi propia pagina? dicho y hecho, ese mismo dia, me puse manos a la obra y ahora tengo mi "diario" particular. jajaja Me motivé! un abrazo a todos!

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jueves, 10 de julio de 2008

salario minimo

El salario mínimo y la poca sensatez de Solbes
Es más sencillo ver el efecto del salario mínimo sobre el empleo si nos preguntamos qué pasaría si lo aumentáramos a, por ejemplo, 6.000 euros al mes. Resulta de sentido común concluir que la mayor parte de nosotros se quedaría sin trabajo.
EDITORIAL
Las palabras de Solbes considerando "razonable" un aumento del salario mínimo hasta los 800 euros son otra demostración de que la supuesta sensatez que se le atribuye es más un mito que otra cosa. Porque si hay algo sobre lo que se pueda decir que existe cierto consenso entre economistas es el hecho de que el salario mínimo, a partir de cierta cantidad, produce paro. La razón es clara. Todo empresario, a la hora de contratar a un trabajador, se enfrenta a dos límites a la hora de proponerle un salario. No podrá pagarle más de lo que el empleado aportará a la empresa con su trabajo, porque estaría perdiendo dinero, pero tampoco menos de lo que la competencia está pagando por empleos similares, porque no encontrará a nadie que quiera trabajar para él. Entre esas dos barreras entrará el juego de la negociación entre ambos.Sin embargo, la imposición de un salario mínimo obliga al empresario a pagar más de una cierta cantidad. Si ésta es muy baja, prácticamente no tiene ningún efecto, pero si es lo suficientemente alta como para superar lo que algunos trabajadores son capaces de aportar con su labor éstos serán despedidos o pasarán a la economía sumergida, donde no hay salarios mínimos involucrados. Se verán más afectados aquellos que tienen menos que aportar, como los jóvenes sin experiencia, que verán más difícil acceder al primer empleo si no es a través de las becas de formación o cobrando "en negro". Es más sencillo ver este efecto si nos preguntamos qué pasaría si aumentáramos ese salario mínimo a, por ejemplo, 6.000 euros al mes. Resulta de sentido común concluir que la mayor parte de nosotros se quedaría sin su empleo.En países con cierta picaresca y un nivel importante de economía sumergida, como el nuestro, se produce otro efecto importante. Un cierto porcentaje de trabajadores cobra dos sueldos: el legal, el mínimo establecido, y otra parte en negro que no paga impuestos ni seguridad social. Así le llega un mayor porcentaje del dinero que paga el empresario por él, aun ilegalmente. Al subir el salario mínimo, y dado que el empleador no va a pagar más porque lo diga el Gobierno, la parte que antes cobraba en negro se reduce y aumenta lo que cobra legalmente. De ese dinero, no obstante, le llegará menos, pues una parte considerable habrá de dedicarse a pagar retenciones a Hacienda y cuotas de la seguridad social. Así, un aumento del salario mínimo incrementa los ingresos del Estado a costa del dinero de muchos trabajadores con bajos ingresos.Estas consecuencias de la imposición de un salario mínimo no son liberales, ni socialdemócratas, ni conservadoras. Las ideologías, en todo caso, deberían dilucidar si es más importante conservar el nivel de empleo y el poder adquisitivo de las rentas más bajas o aumentar el paro e incrementar los ingresos fiscales. Pero eludir las consecuencias inevitables de un aumento del salario mínimo no es ser socialista, sino tener una cara de cemento armado. Como la de Solbes.

El socialismo antisocial de Zapatero
Zapatero tiene bien claro que quiere ser un izquierdista en el sentido más ortodoxo del término y cuando hace una declaración como la del domingo hay que entender que va a sacarla adelante cueste lo que cueste
Emilio J. González
En circunstancias normales, el anuncio que acaba de realizar el presidente del Gobierno de incrementar el salario mínimo interprofesional (SMI) hasta los 800 euros en la próxima legislatura habría que interpretarlo estrictamente en términos electoralistas. Las encuestas no pintan bien para el PSOE, quien desde el final del verano viene utilizando la política social con el fin de allegar hacia el partido votos que, hoy por hoy, se le escapan. Así nació, por ejemplo, el "cheque baby", y en esta misma línea se entronca la última propuesta de Zapatero. Con él, por desgracia, aquello que dijo Tierno Galván de que las promesas electorales se hacen para no cumplirlas no sirve. Zapatero tiene bien claro que quiere ser un izquierdista en el sentido más ortodoxo del término y cuando hace una declaración como la del domingo hay que entender que va a sacarla adelante cueste lo que cueste.El problema de esta forma de actuar es que al pretender ser tan social y tan protector de los que menos tienen, lo que va a conseguir Zapatero es ir precisamente en su contra, como un Robin Hood miope que roba a los pobres para dárselo a los ricos. No cabe duda que todos queremos que los salarios más bajos sean superiores y permitan a quienes los perciben disfrutar de mejores condiciones de vida. Pero eso sólo se consigue a base de reformas estructurales que mantengan baja la inflación y generen crecimiento económico y empleo, y de inversiones que mejoren la productividad de las empresas y, por tanto, de los trabajadores; para permitir mayores aumentos salariales sin crear problemas de competitividad. Todo lo demás va en contra del empleo y de las oportunidades laborales de quienes verdaderamente las necesitan. Una subida del salario mínimo como la que propone Zapatero tendría, cuando menos, dos efectos sobre el mercado laboral español. El primero de ellos sería cerrar las puertas del mismo a los más jóvenes quienes, en razón de su formación y falta de experiencia, se incorporan a un puesto de trabajo con bajas retribuciones que mejoran a lo largo del tiempo. Esas retribuciones están ligadas al SMI y si éste se incrementar ahora como quiere Zapatero, las empresas dejarán de contratar jóvenes. En segundo término están los inmigrantes. En España hay cuatro millones de extranjeros trabajando gracias, en buena medida, a los costes salariales más bajos. Si éstos se incrementan ahora, vía SMI, muchos inmigrantes tendrán que sufrir las consecuencias, bien en forma de pérdida del empleo, bien teniendo que pasar a la economía sumergida para que las empresas puedan seguir contratándolos, lo que va en contra tanto de sus derechos como personas como de los ingresos que perciben las arcas públicas por su trabajo. El éxito económico español de estos diez últimos años se ha fundamentando, en gran medida, en una política de relaciones laborales flexibles, gracias a la cual se han creado más de cinco millones de empleos. Esa flexibilidad se puede quebrar si el SMI sube como quiere Zapatero, quien, por pretender ser tan social, esta convirtiéndose con sus medidas y propuestas en lo más antisocial para la economía y los trabajadores españoles.

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