El contrato social: El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado.
"El Contrato social (1762)"
Aceptó en ella que el buen salvaje no era el estadio mejor para el hombre (vaya hombre, ¡qué avance!) y que lo importante era llegar a determinar el bien común del pueblo y, así, armonizar los asuntos de los hombres. Para ello el hombre natural debió enajenar en un prístino contrato todos sus derechos naturales a favor de la Voluntad general que se los devolvería multiplicados y mejorados en forma de derechos civiles. El hombre, participando de en la infalible Voluntad general, acoplándose a ella, se hacía libre porque "se obedecía a sí mismo" (y si no se acoplaba era que no conocía el "bien propio" y sería obligado a ello; constreñido a ser libre según los designios de la recta Voluntad general). Cualquier totalitarismo (no sólo el democrático) puede perfectamente abrevar aquí. A partir del contrato social de Rousseau, la Voluntad general, como justificadora de regulaciones de todo el ámbito de la acción humana y fuente única del derecho, no tendría ya límites en manos de los modernos gobernantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario